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La prevención es la clave contra el glaucoma

18 Julio 2014

Especialista de la Escuela de Tecnología Médica advierte sobre los riesgos que enfrentan las personas ante un diagnóstico tardío.

El glaucoma es una de las principales causas de ceguera a nivel mundial, sin embargo, su existencia aún es desconocida para gran parte de la población.

Para 2020, a nivel global, la Organización Mundial de la Salud estima que esta enfermedad afectará a más de 80 millones de habitantes, proyección que en el caso de nuestro país alcanzará a las 160 mil personas. Es decir, al dos por ciento de los chilenos mayores de 17 años.

Esta silenciosa e irreversible patología que afecta a los ojos se caracteriza por el aumento progresivo y constante de la presión intraocular y su condición final es la pérdida total de la visión, como resultado de la degeneración de las fibras del nervio óptico, que son las encargadas de transmitir la información de lo que observamos hacia nuestro cerebro.

Si bien puede surgir en cualquier etapa de la vida, el riesgo de padecer glaucoma aumenta significativamente a partir de los 40 años de edad, pero son los mayores de sesenta años quienes están más expuestos a sufrirlo.

“Como se trata de un mal que no presenta síntomas notorios y las personas carecen del hábito de realizarse controles preventivos periódicos de la presión ocular, a partir de la tercera edad el riesgo de contraer glaucoma se incrementa de manera exponencial. Si a lo anterior sumamos que el cincuenta por ciento de los pacientes no es diagnosticado a tiempo, tenemos que esta enfermedad se suele enfrentar cuando ya se encuentra en etapas avanzadas y su pronóstico es, cuando menos, incierto”, explica el tecnólogo médico Gian Carlo Giusto, profesor de la Escuela de Tecnología Médica de la Universidad de Valparaíso.

De hecho, la estadística general da cuenta que en la mayoría de los casos de tratamientos tardíos, una de cada cuatro personas afectadas por glaucoma termina perdiendo la visión en uno de sus ojos, en tanto que entre el nueve y el quince por ciento de las mismas quedan ciegas de manera total.

Factores de riesgo

La mayor dificultad de este mal es que es no produce dolor y, por tanto, el paciente solo toma conciencia de que algo le ocurre cuando comienza a perder la visión. En otras palabras, cuando el daño al nervio óptico es considerable e irreparable.

“Salvo excepciones, las personas no sienten el aumento de la presión intraocular, que es el principal síntoma en las primeras fases de esta enfermedad. Más adelante aparecen defectos en el campo visual y entonces, ya es demasiado tarde”, advierte el profesional de la UV.

Si bien no es estrictamente hereditario, en el glaucoma los antecedentes familiares son un factor de riesgo a considerar. En los casos congénitos, los síntomas aparecen con mayor frecuencia entre el nacimiento y los tres años de edad, y en menor grado durante la adolescencia. También se asocia este mal a la hipermetropía y a la miopía elevada, sobre todo en la adultez.

Existen varios tipos de glaucoma. Los principales son el de ángulo abierto y el de ángulo cerrado.

El primero representa cerca del noventa por ciento de los casos. En lo esencial es provocado por la obstrucción de los canales de drenaje del ojo, lo cual produce un aumento de la presión ocular. Suele presentar un ángulo amplio y abierto entre el iris y la córnea, se desarrolla de manera lenta y sus síntomas y daños no se advierten.

El segundo, en tanto, es menos frecuente y presenta un ángulo cerrado y estrecho entre el iris y la córnea. Su desarrollo es mucho más acelerado, con síntomas y daños notorios que requieren atención médica casi inmediata.

Los dos tipos principales de glaucoma tienen enfoques terapéuticos distintos. Pero en opinión del profesor Gian Carlo Giusto, el mejor y más eficaz tratamiento es la prevención, mediante una simple visita rutinaria con el especialista y un control oftalmológico, al menos una vez al año.