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Los beneficios de la habilitación funcional en los adultos mayores

24 Junio 2015

Cada vez más hombres y mujeres asumen nuevos desafíos laborales y sociales para seguir plenamente activos y sanos.

En el ámbito de la salud, el concepto de “habilitación funcional” hoy es utilizado de manera preferente para definir a las acciones terapéuticas ocupacionales de marcadas características biopsicosociales, destinada a fomentar el autocuidado, mejorar el desarrollo, prevenir la discapacidad e incrementar la autonomía de las personas mayores.

En otras palabras, se trata de toda actividad o trabajo que busca la adaptación de las tareas diarias ejercidas por alguien, con la finalidad de potenciar sus capacidades, mejorar sus condiciones y calidad de vida.

Rol evaluativo

En virtud de su valor terapéutico, la habilitación funcional es al mismo tiempo una herramienta de evaluación que busca obtener una visión integral del real estado presente de la persona.

Según explica el terapeuta ocupacional Fernando Leiva Zegers, director del Centro Comunitario de San Roque, entidad que fomenta el desarrollo integral de los adultos mayores bajo la supervisión de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valparaíso, lo anterior permite a los profesionales a cargo de realizar este tipo de intervenciones definir cuál es la actividad social y/o laboral más adecuada o recomendable, según sea el caso.

De hecho, el Centro Comunitario de San Roque ha hecho suyos los postulados que desde 2014 impulsa en esta línea la Organización Mundial de la Salud, en lo que respecta a incorporar en este tipo de acciones la visión de que cada persona, en especial los adultos mayores, son los responsable finales de “tomar el control de su propia salud”.

Aportes

Los beneficios concretos que genera la habilitación funcional dependen tanto de la condición particular como de las características del entorno que enfrenta cada adulto mayor.

En términos generales se identifican cuatro principales: la sintonía con el control de la salud, una mayor participación social, la caída de mitos instalados sobre la vejez y la estimulación para desarrollar productos, que suelen partir como actividades terapéuticas pero que después se transforman en proyectos e innovaciones efectivas. Por ejemplo, sesiones de tejido que concluyen en la producción de bufandas o chalecos que luego pueden ser vendidos, cursos de cocina saludable que dan pie a servicios de café para oficinas y talleres de estimulación cognitiva que derivan en libros o cuentacuentos, entre una serie de otros emprendimientos.

“Lo que finalmente ocurre es que a través de estas iniciativas que culminan en productos, la persona se siente útil y valora el aportar que es capaz de realizar para los demás, lo que a fin de cuentas le permite recuperar o restablecer su dignidad. Por eso, cada vez son más los hombres y las mujeres que a partir de cierta edad no tienen problemas en asumir nuevos desafíos laborales y sociales, ya no solo para seguir plenamente activos, sanos e independientes sino que, además, para envejecer con la frente en alto ante ellos mimos, sus familiares y seres queridos”, precisa Fernando Leiva.