Skip to main content

“Los traumas del pasado violento se proyectan mucho más allá de la vida de las víctimas”

02 May 2016

Afirma Pablo Aravena, historiador de la UV, quien expondrá en universidades de España sobre memoria y conciencia histórica.

“Incluso en condiciones ideales, si hubiera justicia, si hubiera reparación de todo tipo para las víctimas y sus parientes —económica, psicológica—, sería muy difícil hacer un cierre. Esa expectativa creo que la deberíamos descartar, incluso si tuviéramos todo para poder ir cerrando. Ahora, esto no exculpa y esto no justifica que no se hagan todos los intentos por cerrar, porque tiene que ver no solamente con la violación de los derechos humanos: el trauma que implican estos acontecimientos no solamente tiene existencia a nivel individual, sino que además tiene una proyección social”.

El profesor Pablo Aravena, licenciado en Historia, magíster en Filosofía y doctor (c) en Estudios Latinoamericanos, se refiere así a lo que sucede tras una experiencia como la dictadura chilena. Destaca: “Puede incluso que a nivel de los individuos afectados haya algún grado de reparación —que creo que nunca lo va a haber por el tipo de crimen—, o quizá no una reparación, sino al menos una elaboración. Pero, por el tipo de crímenes, esto va más allá de los individuos afectados. Incluso, hay ciertos autores que hablan de una ‘traumatización secundaria’ que experimenta la generación siguiente o subsiguiente a los acontecimientos traumáticos”.

Esta transmisión generacional, explica Aravena, “tiene que ver, otra vez, no solamente con el tipo de crimen o de acontecimiento traumático, sino también, en nuestra época, con los modos de transmisión de éstos. No se nos puede escapar jamás —y es una cuestión de la que desde mediados del siglo 20 nadie puede prescindir— que para analizar cualquier tipo de fenómeno social contemporáneo, tenemos que referirnos a los medios. Nuestros modos de rememoración de estos acontecimientos pasan necesariamente no sólo por la transmisión de la tradición, sino que fundamentalmente por la memoria de los medios. Y muchas veces los medios, que explotan esto en una clave dudosa —y digo dudosa para no decir espectacularizante—, no generan sino una suerte de retraumatización, y no un trabajo que tiene que ver con la elaboración. Yo diría que tenemos que enfrentarnos con esas complejidades al menos para ver si es posible un cierre o no”.

Explica el profesor que lo anterior “es lo que hemos visto a propósito de otros casos: de la Guerra Civil Española, por ejemplo, o del Holocausto, que es el gran caso paradigmático. Vamos viendo que la sociedad chilena podría hacer lo mismo. Ahora, en la historia de Chile —en esa historia que es la historia republicana, esa historia de los libros— uno puede constatar quiebres que se han proyectado mucho tiempo, incluso previo a la preponderancia de los medios. O sea, el quiebre entre carreristas y o’higginistas, el quiebre entre balmacedistas y sectores oligarcas. Eso trascendió mucho más allá de lo que uno hubiera esperado: seguía apareciendo en los discursos diez, veinte, treinta años después. Y para qué decir si estudiamos la memoria popular, que adopta a estos personajes como animitas, como mártires, y siguen existiendo en esa memoria. Pero parece que, sea con los medios o sin los medios, este tipo de traumas se proyectan siempre mucho más adelante que la vida de las víctimas”.

Ante esto, Pablo Aravena ilustra: “Hay gente que ha renunciado a las reparaciones del Estado, y ha sido así porque consideran que la justicia, en la forma en la cual existe en cualquier Estado de Derecho, no alcanza, por su formato, a reparar, y por lo tanto renuncian de plano a los tribunales. Hay gente que ni siquiera presentó su caso al Informe Valech. Porque saben que no alcanza. Que el acontecimiento, el trauma excede eso”.

Respecto de si iniciativas como el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos tienen efectos positivos en este sentido, señala: “Algo hacen. Habría que preguntarse particularmente qué hacen. Salen cosas buenas, pero otras cosas no tan buenas, que no estaban esperadas. Yo no me imagino que alguien levante el Museo de la Memoria como un proyecto para falsear la memoria. Pero el Museo de la Memoria como institución tiene ciertas necesidades, está obligado a tratar de articular distintos intereses, y por ahí se van dando ciertas derivas. Pero yo no creo que alguien racionalmente pudiera pensar que se levante un proyecto como ese con el objetivo expreso de tergiversarlo todo”.

A España

El profesor Pablo Aravena partió a España para cumplir una estadía académica, la cual es financiada por el Convenio de Desempeño para las Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la UV.

“Es una especie de contravisita —explica—, porque de la Universidad de Barcelona vino Manuel Cruz el año pasado. Esto corresponde a un viaje de colaboración de vuelta al centro donde él trabaja, que es el Departamento de Historia de la Filosofía de la Universidad de Barcelona. Esto implica algunas clases y al menos una exposición en el Seminario de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Barcelona”.

Las clases corresponden al pregrado, en la cátedra de Filosofía de la Historia. Allí Aravena abordará “desde las problemáticas chilenas, las discusiones que hay en torno a la relación entre historia, memoria y derechos humanos. En Europa, usualmente cuando trabajan este problema, lo hacen pensando en el Holocausto, o en el caso de España, la Guerra Civil Española. Pero el profesor Manuel Cruz me pide, justamente para descentrar ese pensamiento, que yo lo aborde desde el caso chileno. Llevo un trabajo que está centrado en cómo es que el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos se ha dedicado a elaborar este trauma que sería el Golpe. Pero también, qué función social va cumpliendo el Museo en la sociedad chilena, y que tipo de discurso canónico va a proponer el Museo”.

Otra parte de la visita a España es la participación del académico en el Seminario de Filosofía Contemporánea, con alumnos de postgrado. “Lo que voy a hacer ahí es exponer la primera parte de mi tesis de doctorado, que es acerca de la producción de conciencia histórica en el mundo contemporáneo. En términos más sencillos, eso significa en qué medida todavía la historia —como registro intelectual e incluso como un modo de pensamiento— está presente o no en nuestras vidas, en la política, en el ámbito del trabajo, lo que sea. Parece ser que ya no es necesaria. Pero eso tiene que ver con una mutación cultural del mundo contemporáneo”.

Entonces, añade, “se trata de ver qué es lo que era la conciencia histórica, qué función cumplía, cuáles eran los modos en que se producía, y ver cuáles son esos modos, que al parecer ya no la necesitan ni la producen. A modo de ejemplo: uno de los principales autores respecto de este problema, que es François Hartog, un historiador francés, planteaba como un indicador el que hubiera sido el mismo François Mitterrand, en Francia, el que disuelve el Ministerio de Planificación. Esto tiene que ver con un concepto de política y del instrumento fundamental de la política moderna, que es el Estado, que se desprende entonces de su dimensión proyectiva. Eso quiere decir que hay un tiempo, que era el tiempo histórico, que desapareció. El tiempo ya no es la articulación entre pasado, presente y futuro, y por lo tanto también la historia, que se justificaba en esa temporalidad, ya no está sirviendo. La política ya no considera el futuro como dimensión. Y por lo tanto, el nivel proyectivo de la historia está ausente”.

La proyección de lo anterior, indica, es “por lo pronto, que la política deviene sólo en administración, fuente de negocios y control de crisis o reacción ante catástrofes. Pero en términos de construcción de proyectos, eso ya es casi de otra época. Si le planteas a un político de oficio si la política es hoy la construcción de un proyecto social alternativo, te va a mirar y te va a decir ‘no hacemos eso’, y te dirá ‘ese es un error que cometimos en los 60, pero la política ya no es eso’”.

La tercera actividad de Aravena en España es la exposición en un seminario en la Universitat Rovira i Virgili, la universidad pública de Tarragona. “Aprovechando este viaje, me invitó el Núcleo de Historia Social de esa casa de estudios a exponer sobre la relación entre historia y memoria. Ahí no voy a hablar sobre los derechos humanos, sino más bien de cómo el discurso historiográfico no siempre calza con el registro de la memoria de los supervivientes de los últimos treinta años de la historia de Chile. Entonces, se trata de ver cómo se producen fenómenos nuevos ante la reacción de este desajuste entre los libros de historia y la memoria de los actores”.

Las actividades de Pablo Aravena en España se desarrollarán desde el lunes 2 hasta el viernes 13 de mayo.