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“La minería para Chile es un imaginario que muchas veces no va a la par de los resultados económicos”

20 Diciembre 2016

Señala Paola Bolados, investigadora de conflictos medioambientales, a propósito del abuso del modelo extractivista.

“¿Cómo en un país minero como el nuestro no hay investigación sobre minería desde las aristas de sus afectaciones sociales y ambientales. Eso es lo que estoy hoy día investigando, porque la minería para Chile ha sido, es y será un imaginario y un propulsor de imaginarios, que muchas veces no van a la par de los resultados económicos. Porque los resultados económicos son para ciertos sectores y grupos que se benefician de estos extractivismos, y no para todos”.

Así se expresa la profesora Paola Bolados, doctora en Antropología por la Universidad de Tarapacá, académica del Instituto de Historia y Ciencias Sociales y del Convenio de Desempeño de las Artes, Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad de Valparaíso. Su área de investigación son los conflictos medioambientales en Chile, y desde allí aborda el tema de si la voz de la academia llega a ser escuchada por los gobiernos y por quienes toman las decisiones.

“Es muy difícil —afirma—. De hecho, esto a mí como investigadora me pone en una situación muy complicada, pero también muy interesante, en términos de sacar a la luz un hecho, que es la falta de investigación sobre los efectos de la minería no desde lo económico. Ahí me encuentro con una dificultad para estudiar estos temas, con una constante presión, porque está todo triangulado. Por ejemplo, en el caso que investigo en la Quinta Región, que es Puchuncaví, el principal afectador es el Estado, no la minería transnacional; es el caso también de Los Andes con Codelco Andina. Estamos hablando del propio Estado, de modo que hay más resistencias aún”.

Esto se debe, según explica la académica, a antiguos discursos, muy internalizados: “La minería estatal funciona diciéndonos que es el sueldo de todos los chilenos, que a través de ella nos beneficiamos todos, lo que es una falacia de la cual tampoco tenemos todos los datos necesarios: porque no hay investigación, no se puede investigar. Como no se puede investigar desde la minera, uno lo hace desde las organizaciones afectadas, que es otra cara, pero que a la vez está bastante criminalizada, en términos de que el mismo Estado los pone a ellos como opositores al desarrollo, como que están tomando el camino hacia la pobreza y la exclusión porque no quieren la termoeléctrica o la minera en su zona”.

Los que ponen el cuerpo

De visita hace poco en la UV, el doctor Anselm Jappe, académico del Colegio Internacional de Filosofía con sede en París, opinó sobre los problemas ambientales y sus posibles soluciones, indicando que, a su juicio, en este continente hay “algunas instancias positivas, sobre todo en los movimientos indígenas, en los países andinos o en México, especialmente en donde estos movimientos no están tomados por reivindicaciones identitarias, allí donde no se trata de afirmar la identidad ancestral, sino más bien la posibilidad de otras maneras de vivir”.

Consultada al respecto, la doctora Paola Bolados indica: “Yo comparto esa esperanza y esa expectativa. Los que están dando la pelea, los que están poniendo el cuerpo, son personas que son productoras de conocimiento medioambiental, que es algo que yo también estoy relevando. Porque tiene que ver con que la política económica no va sin una política de conocimiento, y la política de conocimiento ha sido que los que saben de minería son expertos en economía, son ingenieros… Como que nosotros

(los investigadores de otras áreas) no tuviéramos posibilidad de participar de esos conocimientos ni tuviéramos conocimiento, no solamente las comunidades indígenas o los grupos agrocampesinos. Hay otros sistemas de producción, que lo que pasa es que ponen en cuestión el tema del crecimiento económico. Y la pregunta es a qué modelo obedece el crecimiento económico actual, crecimiento para quién y bajo qué riesgos”.

Enfermedad por enfermedad

Y si el modelo no cambia por otro más sostenible, no parece haber muchas opciones, porque el abuso del medio ambiente terminaría destruyéndolo todo. Señala la investigadora: “Ese es el tema. De hecho, en Chile lo estamos viviendo. No podemos seguir viviendo del imaginario minero, pero ahora el problema que tenemos es que cambiamos enfermedad por enfermedad. En el año ’90 se decidió diversificar con otro extractivismo, que fue el agroexportador, que involucra agroquímicos y que significa el deterioro de los territorios; por ejemplo, el monocultivo de la palta, que en Petorca significó que se quedaron sin agua. Entonces un drama trae otro. La pesca es otro ejemplo, en que hoy día tenemos una situación de deterioro”.

Es decir, ¿se van a acabar los recursos naturales?: “No solamente se van a acabar, sino que no vamos a tener dónde vivir en condiciones aceptables. De hecho, ya no las tenemos, y existe un gran desconocimiento sobre eso. Por ejemplo, las condiciones de suelo que tienen las costas, que tanto a la gente le gusta venir; potenciamos nuestros mariscos y resulta que gran parte de ellos están muy contaminados. Y la gente lo sabe pero no puede publicarlo, porque muchas de estas investigaciones las financia la empresa a la universidad. Y al financiar, controla los resultados”.

El fenómeno es tan fuerte que “de hecho, la palabra extractivismo no ha penetrado en Chile. Acá no es una palabra. En toda Latinoamérica está tomando fuerza esta discusión, se produce en torno a ella, y resulta que acá no existen estudios en torno al tema, desde una visión crítica al extractivismo, sino que se lo impone como el único modelo de desarrollo posible”, destaca Paola Bolados.

Deuda profunda

Por esto, añade la investigadora, “la ciencia social tiene una deuda profunda en estos temas. A la vez, la plata que hay no va para la ciencia social: va para el ingeniero medioambiental, para el control de las externalidades, pero no para investigar qué está pasando, qué hay detrás. ¿Se conocen, por ejemplo, las transformaciones territoriales, lo que ha significado que gente campesina ya no pueda ser campesina, que se conviertan en pescadores, mariscadores, que después les contaminan el mar y ya tampoco pueden dedicarse a eso, permanentemente reconvirtiéndose?, ¿lo que es la consecuencia cultural, social, patrimonial?”.

A consecuencia de lo anterior, el problema va expandiéndose, “y la desigualdad nace dentro de lo que es la desigualdad socioambiental distributiva; es decir, no todos accedemos a los recursos naturales de la misma manera, y ahí hay una gran desigualdad básica. Por ejemplo, el acceso al agua, tanto el agua de riego, de cultivo, como el agua potable, ni para hablar de las calidades de las aguas. Estamos en una detrás de otra, y hemos vivido como en un gran paraíso eterno de recursos, particularmente explotando los recursos mineros. No es que uno esté en contra de esos desarrollos: el tema es cómo eso es compatible con desarrollos sociales, culturales, comunitarios, colectivos. Hay otras formas, hay otros modelos; los pueblos indígenas son un gran ejemplo: por más que negocien con las mineras en muchos ámbitos, cuando hay un conflicto se levantan y ponen límites. Lo mismo los grupos campesinos que han hecho movilizaciones, por ejemplo, en el caso de Petorca, en Puchuncaví”.

Por eso, explica, “hablo de lo que son las identidades postneoliberales en estas organizaciones, y lo que estoy planteando es que ellos están levantando una nueva racionalidad ecosocioambiental, distinta a la impuesta por el modelo y que claramente está siendo confrontada permanentemente, porque significa menos crecimiento probablemente, en términos de indicadores, crecimientos más lentos”.

El asunto es pensar a largo plazo: “Es el concepto tan debatido de sustentabilidad; o sea, que las otras generaciones tengan algo desde donde desarrollarse ellas, y no estamos para nada asegurando eso. Que nosotros ya no lo tenemos como generación, tampoco lo vamos a traspasar. En eso yo he estado haciendo esfuerzos de articulación con otros académicos e investigadores, tratando de empezar a reunir a la gente, para mirar más interdisciplinariamente este fenómeno, que requiere un análisis de mayor complejidad, y que se haga cargo de esta dimensión sociocultural que ha sido negada, mientras todo se ha traspasado a una dimensión técnica de la naturaleza”.