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Columna de Agustín Squella sobre prevención del Sida

05 Octubre 2017

Fue publicada en El Mercurio de Valparaíso.

El Sida no había pasado

En 1990, luego de haber asumido como rector de la Universidad de Valparaíso, una de las primeras reuniones que concerté fue con la doctora Mónica Cornejo de Luigi, a cargo allí de "Alerta", un programa de prevención y diagnóstico del Sida. Los primeros casos chilenos de contagio con el VIH habían tenido lugar 6 años antes, y todavía no se le tomaba bien el peso a un virus de transmisión preferentemente sexual que puede conducir a enfermar de Sida. La aludida reunión me ayudó a abrir los ojos ante un contagio y una enfermedad respecto de la cual casi todos éramos muy ignorantes en ese momento.

El programa ideado por la doctora Cornejo se extendió luego a otras 3 universidades de la zona y subsiste como una de las iniciativas pioneras en la materia. Hoy trabaja incluso con establecimientos educacionales de enseñanza media. Hace algunos años falleció la Dra. Cornejo, pero su nombre y su recuerdo continúan ligados a una de las más importantes iniciativas interuniversitarias de la región.

Recientemente se han hecho públicas estadísticas de contagio del VH1 que van al alza, aunque las cifras eran bien conocidas, hace ya tiempo, por quienes trabajan en el tema. Exceso de confianza y una cierta ingenuidad al evaluar tales estadísticas, lo mismo que la existencia de tratamientos eficaces disponibles incluso en el marco del plan AUGE, son factores que pueden explicar que las políticas y acciones públicas en tal sentido hayan bajado un poco los brazos durante los últimos años. Tratándose del contagio juvenil con el VIH, así como pasa con otras enfermedades de transmisión sexual, influye también negativamente la reticencia de los padres a conversar de sexualidad con sus hijos y el hecho de que en muchos establecimientos educacionales se hable de sexualidad solo en las clases de biología, lo cual empobrece el tratamiento del tema.

Algunos padres y educadores parecieran creer que hablar oportunamente de sexualidad con sus hijos y estudiantes podría constituir una fuente de malos pensamientos para estos y la anticipación de su vida sexual activa. Permanecen por tanto en silencio, haciéndose los desatendidos, y vienen a reaccionar solo cuando uno de esos jóvenes los informa de que ha contraído una enfermedad sexual o que tiene o ha provocado un embarazo no deseado. Recién en ese momento sacan la voz para condenar a ese joven y escandalizarse de que la actividad sexual de este se haya iniciado sin permiso de sus progenitores o maestros.

Ahora se anuncian nuevas medidas en el caso del contagio por VIH. Se habla de promover exámenes más rápidos, anónimos y al alcance de la mano, tanto como es ya el test de embarazo, para tener de ese modo diagnósticos tempranos que permitan tratamientos más oportunos. Todo eso está muy bien, pero se trata de medidas que resultarán insuficientes si no van de la mano con un énfasis en la dimensión socio-educativa del problema, especialmente en lo que concierne a conductas de riesgo, puesto que en el caso del contagio por VIH no hay personas en riesgo, sino comportamientos de riesgo.

Agustín Squella

Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales