Skip to main content

¿Por qué es necesaria la Filosofía en los colegios?

07 Marzo 2018

Profesor Juan Redmond opina que la asignatura “garantiza a nuestros jóvenes que se educan para pensar”.

Una reflexión sobre la importancia de mantener la asignatura de Filosofía en todas las modalidades de enseñanza de la educación media —científico humanista, técnico profesional y artística—, ante la posibilidad de que sea excluida del currículum de acuerdo a la propuesta planteada por el Consejo Nacional de Educación, desarrolló el profesor Juan Redmond, director subrogante del Instituto de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la UV. Enfatiza el académico que “relegar a los alumnos de la enseñanza media técnico profesional a una educación que privilegia más la instrumentalización que la formación integral de los sujetos, es condenarlos al fracaso”.

Ante la pregunta: ¿por qué deben aprender filosofía nuestros jóvenes?, afirma Redmond: “Ciertamente es difícil justificar la interfaz filosofía/saberes técnicos en una época en que las crisis económicas y ecológicas parecen exigir medidas de austeridad en todas las esferas de la vida social. Por ello me permito algunas observaciones al respecto y comienzo con una anécdota, que espero pueda iluminar lo que considero uno de los ejes para articular un programa atingente a las urgencias de nuestra época”.

Por no saber argumentar

La anécdota referida, acaecida hace cuatro años, señala en resumen lo siguiente: ingenieros de diferentes universidades (Chile y Argentina) comentaron a Redmond “su frustración a la hora de defender como evaluadores sus puntos de vista o resultados frente a comisiones técnicas internacionales. En efecto, estos colegas, espacialmente Carlos Bello de la Universidad Tecnológica Nacional de Argentina (UTN), forman parte de un equipo técnico de la mayor relevancia a la hora de decidir por la calidad de los servicios ofrecidos por empresas privadas al público en general. Carlos supervisaba la calidad de una telesilla en un centro de esquí. La empresa planteaba realizar controles cada dos años (abaratando costos), mientras que Carlos, con todo su andamiaje de datos y resultados, no lograba ganar la discusión e imponer su criterio de que la revisión debía ser hecha todos los años”.

Redmond pidió a su colega Bello el informe preparado para la empresa, “con el propósito de barajar la posibilidad de contribuir en la solución de la polémica. Luego de leerlo me di cuenta de que lo que Carlos y todo su equipo necesitaban era una formación filosófica básica en argumentación. No tenían ni idea de cómo argumentar correctamente a pesar del sinnúmero de datos contundentes que manejaban”.

La clave del problema era, entonces, que “mi amigo había tenido una formación técnica extraordinaria, pero un aprendizaje nulo en cómo argumentar correctamente sobre la base de datos. El resultado era una fracasada gestión técnica como evaluador de servicios. Y todo por no haber tomado cursos de argumentación, es decir, lo que enseña la Filosofía desde hace más de dos mil años”.

El asunto no quedó ahí. Cuenta Redmond: “Me puse manos a la obra y armé un curso filosófico sobre argumentación dialógica. Los resultados no se hicieron esperar: ganaron la discusión al lograr demostrar la pertinencia del protocolo que consideraban adecuado”. Acota el académico que los resultados pueden verse en la publicación “Lógica de juegos en discusiones técnicas. Un caso de la ingeniería”, en el volumen 1 de la Serie Selección de Textos (Universidad de Valparaíso, 2013).

Educarse para pensar

Entonces, ante la pregunta de si es útil la filosofía, afirma Juan Redmond: “Espero que no sea demasiado tarde cuando lo descubran, como mi colega de la UTN. Y que no les pase a otros, que escuchando a algunos alumbrados de la educación de nuestros días, se dejen impresionar por una publicidad eufórica y poco reflexiva de las bondades reformadoras de los recursos digitales y decidan abandonar la magia creadora de la cual ha sido protagonista la filosofía, fragua de ideas revolucionarias, palestra crítica de la cotidianeidad y generadora de semánticas argumentativas indestructibles. En definitiva, garantiza a nuestros jóvenes que se educan para pensar”.

Por ello, enfatiza, “resulta totalmente desafortunada la posibilidad de eliminar la Filosofía como asignatura del currículum escolar en todos sus niveles. (…) Desde luego nadie niega la utilidad de la lógica (ciencia de la argumentación), tanto así que los mismos matemáticos la enseñan asombrados por sus propiedades. Pero extirpar la lógica de su lugar común, la Filosofía, es reducirla a un simple cálculo sin mayores perspectivas”.

Incluso, añade, “desde el punto de vista productivista del operador del mundo empresarial, es difícil imaginar que sólo se requiera hombres-máquina, peritos en datos estrechamente limitados a una especialidad. Lo que necesitan es gente con criterio y capacidad crítica de operar sobre conocimientos técnicos. ¡Todo lo que puede hacer una máquina ya lo están haciendo las máquinas! No desarrollar la capacidad de reflexionar críticamente, de argumentar con precisión, de refutar o aprobar con fundamentos (lo que enseña la filosofía), es condenarlos a vagar de empresa en empresa aprendiendo a los golpes lo que deberían aprender en una formación integral que incorpore la filosofía (entre otro saberes humanísticos). Y si alguien acusa que el mundo empresarial ya cuenta con operadores que dan cuenta de una formación integral, no es difícil imaginar que allí también se encuentra el sello velado de la enseñanza de la filosofía”.

Filosofía esencial

Por todo lo expuesto, afirma Juan Redmond que “la asignatura de Filosofía es una disciplina que no sólo debe ser incorporada en todas las modalidades de enseñanza de media, sino que debe contemplarse desde los primeros años de escolaridad, en la medida que permite que los estudiantes comprendan, valoren y problematicen el sentido de todas las demás áreas del conocimiento”.

Finaliza el director del Instituto de Filosofía UV: “Ni qué decir de los desafíos morales propios de una época en que las crisis económicas y ecológicas derivadas del desarrollo tecnológico, han instalado urgencias de conocimiento público respecto de las cuales cabe un rol indispensable a la reflexión filosófico ética. El nacimiento de los estudios en Ciencia, Tecnología y Sociedad (STS por sus siglas en inglés) es un testimonio de la urgencia de estos asuntos. ¿Es útil la filosofía? Formar estudiantes al margen de los límites éticos del desarrollo tecnológico y de la consciencia crítica de las crisis económicas y ecológicas es formar ignorantes de la realidad de la actividad científica de nuestra época”.