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“La pandemia está revelando la urgencia de contar con un ingreso básico universal con perspectiva de género”

14 Julio 2020

Aseguró la profesora de Derecho UV Alejandra Zúñiga en seminario digital “Actualidad y pertinencia de la Renta Básica Universal desde una perspectiva latinoamericana”.

Una amplia reflexión sobre la situación de la mujer, las condiciones relevadas por la pandemia del Covid-19 y la renta básica realizó la profesora de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso Alejandra Zúñiga en el seminario digital “Actualidad y pertinencia de la Renta Básica Universal desde una perspectiva Latinoamericana”, organizado por la Red Latinoamericana por la Renta Básica y el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI).

La docente indicó que “la emergencia está provocando impactos sobre las mujeres, que profundizan desigualdades de género existentes tanto dentro como fuera de los hogares. Se ve especialmente en Latinoamérica, donde las tasas de desempleo femenino han aumentado críticamente y todo indica que seguirán creciendo, pues gran parte de estas mujeres no están buscando un nuevo empleo, no porque no tengan necesidad, sino porque muchas han debido postergar su reinserción en el mercado laboral para ejercer labores de cuidado de personas dependientes”.

“Las cifras muestran que las mujeres realizan tres veces más trabajo de cuidado no remunerado que los hombres, y el cuidado de los familiares con el virus ha aumentado su carga. Según la Organización Internacional del Trabajo, a nivel mundial las mujeres ejecutan el 76% del total de las horas de trabajo no remunerado de cuidados, más del triple que los hombres, cifra que en Asia y el Pacífico se eleva al 80%. Los datos vaticinan que la independencia de las mujeres será una víctima silenciosa de la pandemia, pues a medida que los sistemas de salud colapsan, más personas con Covid-19 necesitarán cuidados en el hogar, lo que aumentará su carga de trabajo. Como las pandemias magnifican las desigualdades, el aislamiento de hogares seguirá desplazando el trabajo de cuidado desde la economía remunerada -guarderías, escuelas y asilos- a la no remunerada”, añadió.

“La crisis ha sido muy dura para el feminismo, pero ofrece una oportunidad, porque durante mucho tiempo cuidar ha sido sinónimo de desprotección y precariedad. El mundo laboral está pensando para personas que no cuidan, y la sociedad ha asumido que el cuidado de niños, enfermos y ancianos puede ser absorbido sin costo por las mujeres, subsidiando la economía remunerada. La pandemia está revelando la verdadera escala de esta distorsión y la necesidad urgente de cambiar este orden de cosas de contar con un ingreso básico universal con perspectiva de género. Las mujeres no pueden seguir dotando a la sociedad gratuitamente de los cuidados que ésta necesita”, subrayó.

Sobre las políticas desarrolladas por países con mayor igualdad de género, indicó que “muestran límites a las posibilidades de cambio, y es importante a considerar si pensamos en una renta básica universal. Noruega, Dinamarca, Finlandia, Islandia y Suecia apoyan a las familias trabajadoras, promueven el permiso parental y dan soporte legal, político y cultural para la igualdad de género. Pero, aunque más mujeres que hombres ocupan puestos directivos en sectores públicos, todavía hay pocas en puestos de alto nivel en sectores privados”.

“¿Por qué se estanca el progreso? La explicación común es que las mujeres tienen más probabilidad de elegir carreras en el sector público y países con mayor igualdad de género tienen menos mujeres en carreras de ciencias, tecnología y matemática, que pagan mejor. La contradicción se produciría porque en países con mayor nivel de bienestar las jóvenes eligen carreras típicamente femeninas -cuidado, servicios e idiomas-, aumentando diferencias de género. Por otro lado, estudios muestran que en las economías menos estables las mujeres continúan carreras de tecnologías y matemáticas. Esta es la paradoja a considerar si pensamos en un ingreso básico universal con perspectiva de género: cuando disminuyen las preocupaciones económicas, las preferencias personales se expresan con más fuerza y las diferencias entre los sexos aumentan. Por eso las medidas de igualdad muestran que tienen límite en las posibilidades de cambio en relación con el cuidado de la familia. A pesar de contar con cuidado infantil subsidiado y horarios de trabajo flexibles para fomentar la crianza compartida, la división por género del trabajo parental sigue siendo importante”, añadió.

Mencionó que estudios “señalan tendencias que teóricamente debieran haber cambiado. Las mujeres eligen trabajar a tiempo parcial, destinan horas a labores domésticas y se hacen cargo de adultos mayores. Incluso quienes podrían delegar esos trabajos eligen no hacerlo, lo que puede deberse parcialmente a que lo que influye en elección de carreras, inversión personal, trabajo remunerado y tareas de cuidado. Las mujeres asignan un valor diferente al de los hombres a los trabajos de cuidado y de reproducción, y esas preferencias deben tenerse en cuenta al momento de especificar el contenido de un posible ingreso básico universal con perspectiva de género”.

Principio de igualdad por diferenciación para un ingreso básico universal

La docente explicó cómo debiera responder un estado comprometido con un ajuste de igualdad de oportunidades, detallando que “con un principio de igualdad por diferenciación, que diferencia por igualdad de trato, garantizando un ingreso básico universal de corte feminista que asegure mayor autonomía a las mujeres, valorando por primera vez en la historia el trabajo de cuidado que realizan todavía gratuitamente. Se propone un derecho básico que considere las consecuencias sociales del hecho de que la mujer sea la principal cuidadora, que el 70% de quienes sufren hambre en el mundo son mujeres, que están bajo los hombres en todos los indicadores de desarrollo sostenible”.

“Lo adecuado es que la renta básica se entregue desde el nacimiento, que el monto sea siempre el mismo y que con ello las mujeres puedan hacerse cargo de las tareas de cuidado en la medida que así lo deseen, ser remuneradas por esas tareas de cuidado, y si se hacen cargo de una persona enferma o ancianos, entonces que ellas también se hagan cargo de esa renta básica”, añadió.

Indicó que “en el diseño de una sociedad igualitaria hay que partir desde las decisiones de las personas, para alcanzar su propio bienestar y el de sus familias. Las personas deben poder elegir cuántas habilidades desarrollar, qué profesión ejercer y cuán duro trabajar, y la sociedad no debiera castigarlas por sus elecciones. Por eso el debate internacional sobre el ingreso básico universal ha animado la discusión feminista sobre sus méritos para contribuir a la igualdad de género”.

“¿Cómo reconocer el valor de los cuidados y al mismo tiempo evitar que sean asumidos solo por las mujeres? A diferencia de otras propuestas basadas en el salario doméstico, la renta básica no remunera específicamente el cuidado, por lo que no empujaría a las mujeres a especializarse en labores reproductivas. Esta neutralidad política del ingreso básico universal significa que nadie está obligado a especializarse en ser empleada o cuidadora para poder recibir ingreso, garantizando seguridad económica básica y neutralidad respecto a las actividades que cada quien elija”, cerró.