“No es la genética, es el ambiente el que determina que vivamos más o menos años y que vivamos mejor”
Diego Sánchez, referente mundial en gerontología ambiental, plantea los desafíos de la sociedad actual frente al tema del envejecimiento.
Referente mundial de la gerontología ambiental, el académico e investigador español Diego Sánchez fue el principal expositor del reciente Undécimo Foro Internacional de Envejecimiento, en el que el Centro Gerópolis UV celebró sus diez años de existencia.
Geógrafo de profesión, máster en Gerontología Social y doctor en Geografía por la Universidad de Granada, actualmente es docente en la Universidad Nacional a Distancia de Madrid, España. “Yo soy geógrafo de formación, pero tenía una inquietud por la geografía humana, la geografía social. Hoy la geografía no es la geografía de hace décadas, es muy diferente la manera en cómo se entiende la geografía. No es la geografía de los mapas, ni mucho menos: es entender la relación entre el ambiente y la población, básicamente”, señala.
“Me interesé por el envejecimiento, porque mi país es un país envejecido y desde siempre he tenido inquietudes hacia ese tipo de temas sociales. Empecé a ver las investigaciones y a matricularme en cursos en la universidad sobre la enorme relevancia que tenía el tema del envejecimiento. Y empecé a darme cuenta de que había investigadores que llevaban años haciendo estudios longitudinales sobre intentar descubrir el secreto de la longevidad. Y resulta que desde hace más de cincuenta años los estudios están corroborando que no es la genética, sino el ambiente el que determina que vivamos más o menos años, pero sobre todo que vivamos más o menos años con buena salud”, cuenta respecto a su desembarco en el área en la que hoy se desempeña.
—Uno de los conceptos que usted claramente ha introducido es que el código postal puede ser más significativo que el código genético.
“De hecho, empecé a buscar la palabra gerontología y no existía como tal. En la literatura que había en los años setenta, no se le llamaba gerontología ambiental, sino psicología conductual del envejecimiento. Lo que está claro es que lo que hemos aprendido durante estos ya más de cincuenta o sesenta años de investigación —primero sobre todo en el mundo anglosajón y después empezando a aparecer en el mundo español— ha sido que realmente el entorno sí nos condiciona. Hay una cuestión que es básica: cuando envejecemos, envejecemos en un lugar y ese lugar tiene una serie de características. Entonces, el envejecimiento está relacionado con el lugar donde vivo, una sociedad que está envejeciendo en ciudades, una sociedad que está envejeciendo en entornos desiguales, cada vez más desiguales, y un entorno que está cada vez más influenciado por cambios ambientales como el cambio climático. Ese tipo de variables inciden en cómo yo envejezco, por eso es realmente importante el código postal: el lugar donde yo envejezco va a determinar cómo voy a envejecer, de qué me voy a enfermar, cuántos años voy a vivir. En definitiva, es muy importante que los gobiernos deben de apostar por estudios que vayan en ese sentido. Hasta ahora es un problema, las universidades no están sabiendo ir a la par de la realidad. Se habla de cambios climáticos por un lado y se habla de envejecimiento, por ejemplo, pero no se unifican esos temas”.
—Y mientras se decide qué hacer, la población de adultos mayores aumenta.
“El envejecimiento es un reto transversal, es un tema que supera el conocimiento que tiene la sociedad de hoy y las respuestas que da la clase política a ese reto. Debemos tener en cuenta que dentro de veinticinco años, por cada cuatro chilenos uno va a tener 65 o más años, y además una de cada diez personas va a tener ochenta o más años. Entonces, con esos datos y siendo uno de los países que más rápido ha envejecido, tiene unas estructuras sociosanitarias que no se ajustan a la regla y cada vez va a haber un desajuste mayor. Lo que ha habido hasta ahora con el envejecimiento ha sido una perspectiva más bien asistencial o de salud, pero el envejecimiento, como lo promulga la Organización Mundial de la Salud, es prepararnos para envejecer con buena salud, pero, ojo, la gente se olvida de añadir ‘en entornos saludables’”.
Añade: “Esa materia en Chile no se está haciendo, por eso digo que el problema va a peor. Y por eso creo que la Universidad de Valparaíso —y Gerópolis en particular— es una grata noticia. Repito, no es fácil. Yo el año pasado estuve en la Pontificia Universidad Católica de Chile, estuve una semana igual que ahora acá, y ellos no tienen este tipo de centros. Para mí, es un caso a seguir, porque las universidades tienen que apostar por este tipo de enfoques, de temas o retos transversales como el envejecimiento, con grupos interdisciplinares”.
—En lo que respecta al ambiente, al entorno, ¿se considera también este tema, que ya es más cultural, de cómo vemos a los mayores? Porque hay sociedades en las que los mayores son muy respetados y son tratados muy bien, y otras en que son prácticamente desechados.
“Evidentemente hay sociedades donde el envejecer, el anciano, es muy respetado. Por ejemplo, en las culturas asiáticas, como en Japón, al llegar al centenario te hacen una fiesta —la comunidad, no la familia—. Es un logro. Te lo ponen como un motivo de orgullo. El hecho de que un país conozca o no cómo envejecen sus ciudadanos es muy importante, y mide la salud de ese país, la salud cultural, social, de valores. Y uno de los problemas que yo veo es que vamos a esas sociedades muy individualistas, de consumo; hacia sociedades más envejecidas, pero donde cada vez se tienen menos hijos y evidentemente ya no se garantiza que las familias puedan ser garantes del cuidado cuando una persona envejezca. Además, la cultura del mayor en muchos países está desapareciendo. Entonces no aparece como un valor positivo; eso se conoce como edadismo, cuando la edad te condiciona el acceso o no al mercado laboral, o el acceso a determinados servicios”.
Continúa Diego Sánchez: “Cuando se habla de los retos del envejecimiento —y no lo digo yo, lo dicen la OMS y otros organismos—, es importante lo que se llama el envejecimiento productivo, que está unido al envejecimiento saludable. Es decir, yo viviré más años con buena salud. Eso, en un entorno saludable, me va a permitir vivir más años con buena salud, pero también ser más productivo. Eso implica retrasar la edad de jubilación. Yo lo he escrito, para que quede claro que estoy a favor de que la gente trabaje más años. Eso no es negativo. Si bien es cierto que hace no tanto se vivían cincuenta años de media, hoy vivimos ochenta, pero posiblemente lleguemos a noventa. Por tanto, la edad de jubilación se tiene que adaptar a cada contexto. Tenemos que permitir y hacer que una parte de la sociedad que vive más años pueda, si quiere, y con unas condiciones adecuadas, seguir trabajando”.
—Pero de una manera voluntaria.
“Claro, por supuesto. Un estudio que hicimos en México demostraba que los entornos laborales no estaban preparados para envejecer. Si tú quieres que tus conciudadanos sigan trabajando —lo repito, yo concibo una sociedad en la que cada vez más personas mayores de sesenta años van a trabajar—, que puedan cobrar parte de la pensión. Se pueden hacer mil formas diferentes, y con eso se haría más sostenible el sistema de pensiones. Pero tenemos que adaptar los entornos, las jornadas laborales”.
—En su conferencia en el foro de Gerópolis usted habló mucho del aumento de la soledad.
“La soledad es el gran problema del siglo XXI. Nunca antes tanta gente ha tenido un teléfono al lado y nunca antes tanta gente ha estado sola. Hay estudios, porque en esto no nos ponemos de acuerdo, pero se dice que la mitad de la población, de todas las edades, ha sentido en algún momento una sensación de soledad o aislamiento. Eso es grave. Y se incrementa en el caso de las personas mayores. Y la soledad es un factor determinante del deterioro físico y cognitivo. Por tanto, cuantas más personas solas haya, más gastos en salud, en dependencia, vamos a tener en el país. Si la ciencia fuera más escuchada por los políticos, de verdad haríamos que envejecer no fuera tan costoso para la sociedad. Además, conseguiríamos que la vejez fuera digna”.
—Hablaba también ahí en la charla usted de las ciudades no amigables y los centros de salud, que tampoco son de salud. ¿Esto viene dado por su ubicación geográfica o apunta u otro aspecto?
“Cuando hablamos del entorno amigable, eso viene del principio de la OMS que habla de entornos saludables. El problema es que cuando uno analiza se da cuenta de que ni es amigable el ambiente, ni es amigable el barrio, ni es amigable la residencia de mayores, ni es amigable la ciudad. Tenemos enormes retos porque hemos construido nuestro entorno para una persona autónoma, para automóvil, etcétera. Si hacemos un entorno amigable con las personas mayores, lo hacemos para todas las personas. Las personas mayores tienen que participar en su planificación”.
Y sobre los centros de salud, apunta: “No es una cuestión solo de localización. Es una cuestión de calidad, de acceso, de diseño, de colores, de formas. Hay todo un abanico de cosas que determinan que un hospital o un centro de salud sea adecuado, amigable con las personas mayores. Un dato: hay estudios que dicen que una parte importante de los centros de salud y hospitales se verán afectados por los efectos del cambio climático en los próximos años. Y en el mundo muere gente en los hospitales por factores que nada tienen que ver con la enfermedad”.
—Hablaba usted de la importancia de hacer investigaciones en que cada país o cada ciudad, porque varían muchos las realidades, por ejemplo, respecto al cambio climático. Acá en Chile no hemos tenido olas de calor como las de Europa, pero la contaminación, los incendios y las sequías son temas dramáticos en algunos lugares.
“La contaminación y la temperatura se mezclan. Por ejemplo, cada año en Europa, más de 350 mil personas mueren por los efectos de la combinación de la temperatura y la contaminación. El problema es que a veces se estudia por separado, pero los aspectos ambientales hay que estudiarlos cruzados. En Chile mueren cada año personas por la subida aunque sea de un grado, o sea, tienes que tener en cuenta que el confort térmico es más difícil de medir de lo que parece, porque implica variables como la masa corporal, la vestimenta, la edad que tienes, el grado de deterioro cognitivo, etcétera. Cada año en el mundo mueren personas asociadas al cambio climático. Los datos son claros, la curva sigue creciendo. En Chile morirá más gente, se va a multiplicar por cinco el número de muertes asociadas a fenómenos climáticos adversos y, además, las personas mayores van a ser las que más se van a enfermar y morir por esos efectos”.
“En España no se sabe hoy cuánta gente muere por las olas de calor. Los fenómenos climáticos tienen un problema: tú haces una fotografía en ese momento, cuando hay inundación, un cadáver, eso es más fácil de cuantificar, pero hay personas que morirán de una inundación semanas o meses después; o de una ola de calor, porque la ola de calor se da entre el día uno y el día diez y resulta que se muere en un mes y medio después, ¿por qué?: porque en esa fecha se deterioró la capacidad cognitiva o física de ese sujeto, fue enfermando, fue al hospital, o sea, ese fue el detonante”.
—Otro tema respecto al cual usted es crítico es el de las residencias para adultos mayores. ¿Cuáles son los problemas con ellas?
“Las residencias de hoy son un sistema opaco en todo el mundo. En Estados Unidos se demostró, el covid fue el ejemplo más claro. En ese momento a nivel mundial se habló de reformar el sistema de cuidados a nivel internacional. Sigue siendo un sistema opaco, donde falta transparencia en el sentido de cómo se gestiona, cómo se decide la localización, qué tipo de servicio tiene que ser, a qué tipo de modelo tiene que apostar un país, si son residencias grandes, medianas o pequeñas. Cualquier cosa es una residencia. Es un sistema que además no recibe una inspección adecuada, a los profesionales no se les mira qué formación tienen, a veces están superados, y eso genera mala atención de las personas dependientes. Entonces, el tema de las residencias en todo el mundo, repito, es grave, preocupante. Además, se calcula que el déficit de plazas de residencia es enorme en todo el mundo y va a seguir creciendo aquí en Chile”.
El experto cierra afirmando: “Yo siempre he dicho que el problema es que la residencia se tiene que abrir hacia afuera. Tenemos una concepción de que la residencia es un lugar donde tú vas a quedarte. Pero no, es un lugar donde tú tienes que interactuar. Tienes que hacer de esa residencia un hogar. Por tanto, tienes que permitir las relaciones con la comunidad. Las mejores residencias del mundo son aquellos sitios que han permitido que los residentes puedan interactuar con sus vecinos del barrio, haciendo actividades intergeneracionales, fuera de la residencia. Es decir, no que tú dejes ahí como si fuera un aparcamiento de coches a los adultos”.
Nota: Juan Pablo Salas