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Uso excesivo de pantallas, ausencia de la familia y abandono social: ¿Qué método pedagógico debería adoptar la educación inicial en este tiempo?

06 noviembre 2025

Académicos, investigadores y autoridades reflexionaron sobre este tema durante la versión 2025 del Seminario Académico Educación Infantil en el Siglo XXI, tradicional encuentro al que cada año convoca la Escuela de Educación Parvularia de la UV.

Qué método o postura pedagógica se debería adoptar para enseñar a niños y niñas ante el uso excesivo de las pantallas, la ausencia de las familias y el abandono social que hoy los afecta fue la interrogante principal sobre la que giraron los análisis y las reflexiones que generó la versión 2025 del Seminario Académico Educación Infantil en el Siglo XXI, encuentro que desde hace trece años organiza la Escuela de Educación Parvularia de la Universidad de Valparaíso.

La actividad tuvo lugar en el auditorio de la sede Hontaneda y convocó a una audiencia conformada por más de doscientos educadores y profesionales de diferentes disciplinas, docentes, investigadores, estudiantes y representantes de organismos públicos vinculados al ámbito de la educación inicial y la protección de la niñez.

Su inauguración estuvo a cargo de la directora de la Escuela de Educación Parvularia de la UV, Gudrun Marholz, quien en el discurso de bienvenida que pronunció destacó la importancia de abordar estos temas desde una mirada novedosa, pero sin dejar de lado el enfoque de los derechos.

Sus palabras fueron complementadas por el profesor Alberto Moreno, quien en su calidad de moderador se encargó de realizar una introducción en la que relevó la importancia de generar espacios de encuentro y crítica reflexiva sobre los desafíos y las dificultades por los que atraviesa el quehacer pedagógico, como antídoto a la celeridad y a ciertos maximalismos políticos con los que muchas veces se aborda este tipo de temas en la actualidad.

Ruta extraviada

El seminario inició con el panel de conversación “Educación parvularia y abandono de las infancias: ¿Dónde estamos?”, en el que intervinieron la académica de la Facultad de Ciencias de la UV, Pamela Herrera; la directora del Jardín Infantil Luna, Carolyn Aranda, y la secretaria técnica de Educación Parvularia de la Superintendencia de Educación en Valparaíso, Ximena Venegas.

Durante su exposición, titulada “Infancia en tiempos de cólera y pantallas”, Pamela Herrera sostuvo que la sociedad en general y los educadores en particular están insertos en un espacio de mucho enojo frente a las nuevas tecnologías. “Esa es una mirada inadecuada y hacemos poco al respecto, lo que nos ha hecho perder la ruta”, afirmó.

En esa línea, Pamela Herrera planteó que cuando en educación se asume que el cerebro y el sistema nervioso equivalen al todo se comete un error, pues ser bípedo y contar con dos manos, acotó, permite al ser humano construir y crear.

“Estas son cosas obvias que al parecer hemos olvidado o minimizado, porque en la actualidad las personas han dejado de tocar y de moverse. Hoy los niños están solos ante las pantallas. Frente a eso, la opción real que existe para estimular su neurodesarrollo creativo es el espacio educativo. Por ello, la educación debe transformarse y orientarse al bien común, para construir un aprendizaje significativo”, apuntó.

Por su parte, Carolyn Aranda abordó el tema de la potencia de la guía y los límites positivos en la educación, junto con su relevancia en el crecimiento y desarrollo de los niños y niñas. Si bien comentó que ha habido aportes significativos de distintas disciplinas en este ámbito, apuntó a que el avance ha sido más bien teórico.

“Para sostener el proceso de aprendizaje sin anular o sustituir el protagonismo del niño, de orientar sin culpar, de acompañar e inspirar, y de establecer estructuras de cuidado, para que esto se transforme en potencia formativa integral, el hogar debe estar alineado con el modelo pedagógico. Lamentablemente, la disrupción sistémica de los ritmos familiares y laborales impiden eso. El jardín infantil, por tanto, asume una extensión de funciones que consume recursos pedagógicos vitales. Esto le impide concretar su misión: el desarrollo educativo integral. Siendo así, el desafío mayor quizás no sea hacer más sino hacer una pausa para volver a mirar lo que hacemos”, argumentó Carolyn Aranda.

Ximena Venegas, en tanto, orientó su intervención al tema del sentido de las normativas y el buen trato en la educación parvularia. La representante de la Superintendencia de Educación adujo que “algo pasa” en Chile, que aun cuando existe un conjunto de leyes y normas adecuadas, hasta ahora no se ha logrado resguardar adecuadamente esta disciplina.

“Tal vez el problema está en el sentido que se debe dar a esas normas, al enfoque de derechos. Ser garante de derecho implica responsabilidad y obligación de respetar, proteger y garantizar los derechos de todos los niños y niñas, pero para eso debe darse una corresponsabilidad de equipo. A las educadoras nos cuesta reconocernos como garantes de derecho. Quizás por eso, la garantía de derechos debería ser asumida en grupo en el espacio educativo, y no como individuos”, aseveró.

En concordancia con lo anterior, Ximena Venegas adujo que el desafío mayor en esto es definir cómo se aplica a la realidad lo que se declara. “Si seguimos actuando con los niños como hace diez años, esto no va a resultar.  Hay que aterrizar el deber ser con la realidad, porque las leyes tienen el efecto indeseado de hacer perdernos de la realidad. Además, muchas veces se toman decisiones de manera incoherente en su aplicación”.

Superar el currículo

El seminario prosiguió con un segundo panel denominado “Educación y posicionamiento pedagógico: posibles caminos a transitar”. En él tomaron parte el profesor de educación física e investigador de la UST, Jean Paul Rennau; la directora regional de la Junji, Alejandra Nielsen, y la docente de la Escuela de Educación Parvularia de la UV, Betzabeth Altamirano.

Jean Paul Rennau centró sus planteamientos en el tema de la importancia de hacer comunidad con los niños y niñas, mediante expresiones y relaciones con sentido comparado, definición opuesta a aquella de las estructuras coercitivas y jerárquicas que —según él— siguen siendo parte del modo en que aún se educa en nuestro país.

Al respecto, recalcó la necesidad de superar un currículo que condiciona y, a la vez, dar un sentido al modo de hacerlo efectivo, asumiendo la distinción de las categorías cuerpo/ corporeidad, movimiento/motricidad, capacitación/humanización, capital humano/enfoque de derechos y salud/bienestar.

Para Rennau esto implica pasar de una educación democrática a una de comunidad en convivencia y saber cómo esta se encarna en la democracia de la vida cotidiana de los niños y niñas, y en el contexto educativo actual. “Vivir en comunidad es exponerse a donar y corresponsabilizarse. Hacer comunidad es, a fin de cuentas, imaginar que la niñez es un ecosistema vibrante”, dijo.

Una visión concordante expresó Alejandra Nielsen, quien habló de autonomía profesional y posicionamiento político. Sobre este punto, aseveró que no se debe excluir la posición política de lo que una educadora debe hacer para alcanzar y ejercer su plena autonomía profesional.

La representante de la Junji reflexionó sobre qué es la política pública en primera infancia y el deber que le compete al Estado en ella, como garante de un acuerdo que a la vez debe ser asumido como un deber ético por las personas, en virtud del sistema que rige y las normas establecidas.

“Es deber de las educadoras inculcar a los niños sus derechos y que ellos deben ser respetados. Eso se debe aprender: el marco legal, la ley de garantías de la niñez, etcétera. Repensar es descubrir nuevos caminos. Un país siempre lo debe hacer y mantener lo que ha sido un aporte a la integridad de sus ciudadanos. Eso es imprescindible”, enfatizó.

El panel lo cerró Betzabeth Altamirano, quien se refirió a la didáctica crítica en la educación parvularia.

La docente de la UV explicó que en Chile, la didáctica crítica dialoga con las bases curriculares de la disciplina, en el marco para la buena enseñanza y los lineamientos de la Subsecretaría de Educación Parvularia del Mineduc, lo que en definitiva promueve el aprendizaje significativo, la reflexión docente y el enfoque de derechos.

“La didáctica crítica profunda debe ser una con mirada emancipadora. En el contexto actual, marcado por la sobreexposición a pantallas, la ausencia familiar y la fragmentación social, debemos aplicar estrategias pedagógicas que recuperen el vínculo, el juego y el diálogo como base del aprendizaje. La didáctica crítica invita a repensar la enseñanza desde el encuentro y la experiencia compartida y a saber conjugar la teoría con lo que pasa en el aula. Por qué hago lo que hago, a quiénes beneficia mi práctica, cómo se logra concretamente. La clave está en el proceso reflexivo”, afirmó.

La paradoja del optimismo cruel

La versión 2025 del seminario Educación Infantil en el Siglo XXI fue clausurada por Cynthia Adlerstein, doctora en Ciencias Sociales y académica e investigadora del Departamento de Educación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, quien dictó la conferencia “Repensando las condiciones pedagógicas para la ciudadanía vivida de la primera infancia: deconstruir el optimismo cruel”.

Durante su intervención, la doctora Adlerstein sostuvo que la educación parvularia se encuentra inmersa en una paradoja: su avance y desarrollo basado en derechos promete transformar a niños y niñas en agentes para la gobernanza democrática del futuro. Sin embargo, al mismo tiempo, y en pro de cumplir con ese objetivo que visibiliza como urgente, esta disciplina se ha terminado por expandir como una suerte de provisión y, como tal, estandariza, hipervigila y se tecnifica al punto de que lo que finalmente termina por hacer es “despolitizar” a los niños y niñas.

Acto seguido, argumentó que el fenómeno descrito se alimenta, entre otras cosas, del hecho de que la empleabilidad impide a los padres y madres dedicar tiempo a sus hijos e involucrarse de manera asertiva en su educación, así como de la necesidad de la sociedad de contar con capital humano avanzado, de niñas y niños cada vez mejor formados, y de la visión de que los espacios destinados a la educación parvularia son el primer lugar donde ellas y ellos se encuentran con otros para construir vida pública y transformarse en ciudadanos, sin mayor espera, en un tiempo que no debe pasar del ahora.

“La pugna entre estas agendas produce una tormenta perfecta, porque la promesa de la ciudadanía vivida debe cumplirse, pero en definitiva la educación parvularia no pude hacerlo”, aseguró.

Bajo esa premisa, la académica dio cuenta de las luces y sombras de los paradigmas por los que ha atravesado la educación inicial durante el último siglo: el moderno o de ciudadanía normativa, el posmoderno o de ciudadanía comunitaria y el poshumano o de ciudadanía vivida.

Si bien Cynthia Adlerstein valoró positivamente el avance de lo normativo a lo comunitario y ciudadano, advirtió que tanto el segundo como el tercer paradigma presentan también elementos que los dejan a merced del optimismo cruel —es decir, apegados a ideas o aspiraciones que, en realidad, obstaculizan el bienestar de una persona porque están destinadas a fracasar— y, por consiguiente, más temprano que tarde se vuelven incapaces de cumplir sus objetivos.

“El problema del modelo comunitario es que con la salida del aula al espacio natural no se logra que los niños deciden más allá del ámbito educativo pedagógico. Es decir, quedan como secuestrados por las experiencias pedagógicas. En tanto que el paradigma de la ciudadanía vivida se ve afectado por la cotidianeidad, que se entrama con las motivaciones y el hacer de los niños y niñas, pues su sentido es hacer que ellos sean ciudadanos ahora, en forma inmediata, aun cuando en ese afán la educación parvularia rehabita lo común, como un espacio para reaprender”.

El valor de la lentitud

Para superar ese desafío y reconceptualizar el optimismo cruel y, en definitiva, lograr que la anhelada ciudadanía vivida sea una realidad efectiva, la académica propuso tres mecanismos, que bautizó como “las tres P”.

El primero: pedagogizar lo común. Que la educación parvularia sea la hebra que entrama lo común o público del aprendizaje, el cual debe mirar el presente. “Lo que hoy somos y estamos haciendo es lo que hay que pedagogizar. No mirar al pasado ni al futuro”.

El segundo: presenciar el ahora. Entender la ciudadanía como el escuchar, ver y estar con los niños y niñas y las practicas sociales actuales, evitando sumergirse en formularios, protocolos y políticas. “La educación parvularia debe situarse en el presente de las infancias, en su cuidado, en la lentitud del aprendizaje, en el ritmo lento incluso de la política. Lo sensorio debe estar al servicio del aprendizaje”.

Y el tercero: pacificar la competencia instalada. “Esto implica, en lo esencial, abandonar el mandato de formar al buen ciudadano; cambiar la esperanza del rendimiento y la confianza en la ratificación por una educación que explore, que experimente y reencarne la ciudadanía”, finalizó.

Nota: Gonzalo Battocchio / Fotos: Matías Salazar