Cuando “no se acopla bien”: la cirugía que crece entre los recién nacidos sin evidencia sólida que la respalde
Dos nuevas revisiones científicas advierten que la frenotomía —el corte del frenillo lingual— se está indicando cada vez más en lactantes pese a que la evidencia sobre sus beneficios es débil. La profesora Marie Therese Flores, académica de la Escuela de Odontología de la Universidad de Valparaíso, alerta sobre el sobrediagnóstico, la falta de regulación y los riesgos de exponer a bebés a procedimientos dolorosos sin justificación clínica suficiente.
Cuando un bebé no logra acoplarse bien al pezón y la lactancia se vuelve dolorosa, una explicación aparece cada vez con más frecuencia en consultas, redes sociales y grupos de apoyo: el “frenillo corto” o anquiloglosia. En muchos casos, la recomendación llega rápido: realizar una frenotomía, un procedimiento quirúrgico que corta el tejido bajo la lengua para mejorar el movimiento lingual. Sin embargo, dos estudios recientes muestran que la ciencia aún no ofrece respuestas claras sobre su verdadera efectividad.
Evidencia débil
Una revisión panorámica publicada en International Journal of Paediatric Dentistry —“Lingual Frenotomy in Breastfeeding Infants: An Umbrella Review”, de Da Silva y colaboradores (2025)— analizó quince revisiones sistemáticas sobre frenotomía. Su conclusión es categórica: el 93,3 por ciento de ellas presenta una calidad metodológica críticamente baja, lo que limita significativamente la confianza en sus resultados.
El estudio encontró posibles beneficios limitados o leves, como reducción del dolor del pezón materno, pero los resultados sobre autoeficacia, ganancia de peso, transferencia de leche y lactancia exclusiva son inconsistentes o poco confiables. En palabras simples: la evidencia no permite afirmar que la cirugía sea necesaria ni efectiva para la mayoría de los lactantes.
Una segunda revisión publicada en International Breastfeeding Journal —“Frenectomy for Ankyloglossia in Children Under Five”, elaborada por Gabriela Jerez (odontopediatra y académica de la UV), junto a Miguel Muñoz e Issis Luque, investigadores del CICOM de la Facultad de Odontología UV (2025)— evaluó dos mil 961 artículos; de ellos, solo 55 cumplieron los criterios para el análisis cualitativo y apenas seis pudieron incluirse en el metaanálisis. El estudio identificó potenciales beneficios en la lactancia tras la intervención, pero advirtió sobre la amplia variación en los criterios diagnósticos, los métodos de medición y la calidad de los estudios disponibles. Ambos trabajos coinciden en un punto importante: hay un sobrediagnóstico creciente y una sobreutilización del procedimiento sin evidencia sólida que la justifique.
Para la profesora Marie Therese Flores, académica de la Escuela de Odontología de la Universidad de Valparaíso, y directora de la Clínica de Odontología Pediátrica y del Adolescente, Servicio de Traumatología Dental Infantil, la tendencia preocupa especialmente cuando la cirugía se indica en recién nacidos.
“Hoy vemos un aumento sostenido del sobrediagnóstico de anquiloglosia y de la indicación temprana de frenotomías en recién nacidos. Muchos casos se catalogan de frenillo corto sin una evaluación clínica funcional rigurosa, y el procedimiento se realiza en los primeros días de vida como si fuera una solución inmediata para las dificultades de lactancia. Pero esa relación no puede evaluarse tan pronto: los primeros días son un periodo normal de ajuste, donde el recién nacido incluso pierde peso. Antes de pensar en cirugía, se necesita una asesoría adecuada de matronas y especialistas en lactancia para saber si realmente existe un problema funcional”, explica.
Procedimiento sin regulación
Tal como lo señala la profesora Flores, en Chile, como en gran parte del mundo, la frenotomía no está regulada. Esto genera una gran diversidad en cómo se diagnostica, quién la indica, qué especialista y cómo se realiza y con qué instrumentos.
Hoy, el procedimiento puede ser recomendado por fonoaudiólogos, matronas, médicos cirujanos, odontopediatras y otros profesionales, sin criterios estándar. También puede ser ejecutado con tijeras, bisturí o láser, con o sin anestesia local, e incluso —en algunos países— con anestesia general.
“No hay normas claras sobre quién puede diagnosticar, quién puede realizar el procedimiento, qué competencias quirúrgicas se requieren ni qué tipo de anestesia debe usarse. Tampoco existe un protocolo que establezca los pasos previos indispensables antes de indicar un corte de frenillo, ni un registro nacional que permita conocer cuántos procedimientos se realizan, con qué resultados y con qué complicaciones”, advierte.
Según la académica, esta variabilidad es un riesgo: “Cualquier persona puede buscar en internet y encontrar cientos de publicaciones que presentan la frenotomía como un procedimiento simple e inofensivo. Esa información genera confusión y puede llevar a decisiones apresuradas. Pero estamos hablando de una intervención quirúrgica en recién nacidos, y lo primero es no dañar. Por eso necesitamos regulación: para que el diagnóstico sea correcto, el tratamiento sea realmente necesario y el procedimiento sea seguro”.
Asimismo, sostiene que “se suele asumir que la frenotomía debe ser realizada por odontopediatras, pero los programas de especialidad en el mundo no incluyen competencias quirúrgicas específicas para intervenir a un recién nacido. Una decisión de este tipo debe involucrar a sociedades científicas de pediatría, otorrinolaringología, cirugía, anestesiología, unidades de neonatología, matronería, grupos expertos en lactancia, fonoaudiología y, por supuesto, odontopediatría, pero siempre desde un análisis multidisciplinario de datos nacionales y basado en evidencia”.
El impacto del dolor temprano
Un aspecto crítico que según la académica suele pasar desapercibido es el efecto que tiene el dolor en los recién nacidos. Estudios recientes muestran que las experiencias dolorosas intensas en etapas muy tempranas pueden dejar huellas en el neurodesarrollo: la percepción del dolor se registra en la corteza cerebral incluso desde el segundo trimestre de gestación. La evidencia es consistente en señalar que el dolor asociado a procedimientos en los primeros días y semanas de vida puede afectar la neuroplasticidad, provocando una alteración en el procesamiento del dolor y en ciertos resultados conductuales. Además, intervenciones analgésicas como la sacarosa ofrecen solo una protección limitada frente a estos efectos.
“El dolor temprano deja huella. Hoy sabemos, gracias a estudios de neurociencia del dolor publicados desde la década de 1990, que la percepción dolorosa queda registrada en el cerebro del feto desde el segundo trimestre de gestación. Exponer a un recién nacido a un procedimiento doloroso sin una indicación sólida puede tener consecuencias en su neurodesarrollo. Este es un punto que casi no se discute y que debería estar al centro del debate”, afirma.
El enfoque de derechos
Desde la promulgación de la Ley de Garantías de los Derechos de la Niñez en Chile (2023), el principio rector para la atención de salud de niños y niñas es claro: no dañar.
Para Marie Therese Flores, este principio impone una responsabilidad ética urgente: “No se trata de estar en contra del procedimiento. Hay casos en que puede estar indicado. Pero no es la mayoría. Necesitamos regulación, evidencia y protocolos para proteger a los recién nacidos, que son quienes tienen menos posibilidad de expresar el impacto del dolor o de una intervención innecesaria”.
La académica enfatiza que la decisión de realizar una frenotomía debe ser interdisciplinaria, basada en diagnóstico funcional, apoyo previo en lactancia y criterios validados.
“Cortar el frenillo debería ser el último recurso, no el primero. Toda la evidencia internacional lo avala a través de protocolos muy exigentes”. Y agrega: “Como universidad pública, tenemos la responsabilidad de promover políticas basadas en evidencia y centradas en los derechos de niños y niñas. Un recién nacido está en su máxima condición de vulnerabilidad y no puede expresar su dolor ni las consecuencias de una intervención invasiva. Si decidimos intervenir, debe ser porque contamos con un diagnóstico preciso, evidencia suficiente y profesionales competentes. Hoy eso no está garantizado”.
Mientras la frenotomía se expande como práctica común —impulsada, en parte, por redes sociales y búsqueda rápida de soluciones—, la profesora Flores recuerda que existe un problema grave, frecuente y sí respaldado por evidencia: la caries temprana severa de la infancia, una condición que afecta a muchos niños menores de cinco años en Chile y que está “totalmente invisibilizada”.
“Y debemos ser claros: la frenotomía no es el principal problema de salud oral en la infancia. Lo que realmente afecta a miles de niños menores de cinco años es la caries temprana de la infancia, un problema grave, global y muy invisibilizado en Chile. Si vamos a hablar de protección de derechos, debemos también hacernos cargo de eso”. Y subraya: “Si se buscan políticas públicas coherentes con los derechos de la niñez es imprescindible priorizar problemas reales y prevalentes que deben ser resueltos por especialistas en Odontopediatría en Atención Primaria”.
La frenotomía puede ayudar en ciertos casos específicos, pero hoy se indica ampliamente sin evidencia sólida, sin regulación y sin un análisis profundo del impacto del dolor temprano y de la vulnerabilidad del recién nacido. Para la profesora Marie Therese Flores, avanzar en protocolos, investigación y regulación es urgente, porque la protección de la infancia debe estar al centro de cualquier decisión en salud.

Nota: Pamela Simonetti / Retrato Marie Therese Flores: Denis Isla